El sueño de la Nona


     Hace algunos años mi nona me contó cómo llegó a conducir un programa en su tan querida radio de “La Puerta”, su pueblo natal en el noreste cordobés. En el año 1994 mi tío Horacio conducía un programa de radio nocturno, se pasaba horas hablando de música y de los pocos boliches que había en su zona.  La nona estaba muy orgullosa de su hijo y no paraba de contarle a sus amigas de la capital lo bien que le iba, lo reconocido que era…en fin, ¡lo que toda madre hace!
     Pero una noche pasó algo inesperado, Horacio no aparecía por ningún lado. La nona salió a buscarlo, pero como en todo pueblo chico, nadie soltó prenda. Ya cansada y muy preocupada volvió a su casa y a último momento mi mamá, que era dos años menor que él, le terminó contando la verdad.  Mi nona salió corriendo para la radio….




     La nona no lo podía creer, siempre andaba con la radio de un lado para el otro, discutía con ella y contestaba todas las preguntas. ¡Pero de golpe y porrazo era ella quien había conducido el programa! Por supuesto que estamos hablando de una radio humilde, donde el mismo dueño pone la música y la gente que la escucha son sólo los vecinos.  Pero para mi nona eso era un montón. Las amigas no paraban de felicitarla, todas la habían escuchado y comentaban sobre lo bien que sonaba su voz. 
     Mi abuela era ama de casa y preparaba comida para vender, tenía una linda familia, pero sus días transcurrían de forma monótona.  Sin embargo, la noche anterior había sido distinta, algo le decía que su vida iba a cambiar.  
     Cuando Horacio se enteró de todo lo que había pasado en su ausencia le pidió perdón a su mamá, estaba muy apenado, pero la nona lejos de retarlo lo abrazó y le agradeció por la posibilidad que le había dado de vivir un día de radio. Esa noche mi tío volvió a hacer su programa y la nona siguió con su rutina, eso sí, como de costumbre con la radio en la mano.  
     Los días pasaron y su día de fama ya era lejano, pero de vez en cuando alguien le recordaba alguna anécdota de esa noche, como por ejemplo en dónde se encontraba una amiga cuando escuchó su voz, cómo se reían cuando tarareaba una cortina musical, en definitiva, por algo la nona siempre era noticia.  
     Una tarde mientras lavaba los platos (había hecho guiso de lentejas para unas 25 a 30 personas), tocaron la puerta de la casa.  Era Edgardo, el dueño de la radio. ¡Enseguida la nona se asustó, pensó que su hijo había vuelto a fallar, pero no, eran buenas noticias! Don Edgardo le propuso hacer un programa de cocina a la siesta una vez por semana, ya que como sabía que a mediodía entregaba la comida, podía tener la siesta disponible para hacer lo que a ella más le gustaba, cocinar y hablar. ¡Cada vez que me acuerdo lo que le pasó en su primera siesta de radio no puedo dejar de reírme, es como si la estuviera escuchando! 



      En fin esa era mi nona Aurelia, gran personaje si los hay, ¡¡¡una genia mi abuela!!!!


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